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Esquivando la inseguridad

 

Entrada al boliche Magico boliviano, en el barrio de Liniers

Entrada al boliche Magico boliviano, en el barrio de Liniers

El Chevrolet Corsa de Roberto llegó en el momento más esperado, cuando el clima a la salida de Mágico Boliviano se ponía tenso, debido a las corridas por Avenida Rivadavia  de pibes borrachos tratando de pegarle a un muchacho no menos ebrio que ellos, con gritos de amigas o novias como telón de fondo.

Frenó el auto con techo amarillo, y recordé todas las veces que un taxi me salvó de momentos complicados en la noche porteña, ya sea porque había tomado de más y no tenía fuerzas para volver a mi casa o porque la inseguridad de la zona no requería que esperase un colectivo. Después del “escape” vinieron los comentarios de siempre sobre el tipo de juventud que hay en la ciudad.

“Vienen a buscar quilombo, se emborrachan y salen a pegarse”, comentó el chofer que de lunes a sábados trabaja la zona desde Caballito hasta Liniers. Aseguró que si pudiese trataría de no trabajar los sábados a la noche, pero que él era un simple peón y requería de la plata para mantener a su familia. Roberto es un hombre de contextura grande, de unos cuarenta años de edad. El que quisiera meterse con él debería pensarlo dos veces. Pero de los asaltos nadie está exento. Antes de bajarme del auto le pregunté si tenía miedo de no volver una noche a su casa, y me confesó que al principio sí, pero que ahora ya no.

El taxi salvador se fue y me dejó debajo de la autopista General Paz, sobre Rivadavia. Esa zona ya la conocía, y los prejuicios que generan miedos e incertidumbre desaparecieron. En el kiosco de diarios estaba como siempre Jorge, acomodando unos dvd´s con señoritas de poca ropa en su portada. El tesoro más preciado para aquellos solitarios que no encuentran otra compañía más que la suya.

“Ya me acostumbré a trabajar de noche, a observar cosas no muy lindas”, inicia el relato el vendedor de diarios, que más allá de su cercanía a un destacamento de la Policía Federal ha sufrido momentos violentos. Según él, la violencia se da por la droga o por el alcohol que “arruina a los flacos, y no tienen dimensión de las cosas que hacen”. Asegura también que si no fuera por la policía él no trabajaría ahí. Los kioscos de diarios manejan mucha plata y son una tentación para cualquier amigo de lo ajeno, sobre todo en un barrio donde la exclusión y marginalización está a la vuelta de la esquina.

Cruzando el puente de la autopista General Paz hay varias paradas de colectivos que se dirigen a la zona oeste del Gran Buenos Aires. Allí, mientras esperaba la línea 96, pude robarle unas palabras a Alicia. Se iba a la casa de su hija a cuidar desde temprano a su nieta. Me dijo que había momentos del trayecto que tenía miedo, “sobre todo ahora que está de moda robar en los colectivos, nunca sabes quién sube”.

Alicia como Roberto apuestan a llegar sanos a casa, esquivando la inseguridad que desde hace varios años se instaló en nuestra sociedad. Resignados, como cuenta Jorge: “Ya se te hace natural ver gente borracha y violenta a la madrugada”.

La Lealtad de las masas a su líder

La pronosticada jornada calurosa no fue impedimento para que miles de fieles al coronel Juan Domingo Perón se acercasen el 17 de octubre de 1945, fecha en que el Peronismo nace como movimiento, a la Plaza de Mayo para exigir la liberación del por entonces ex Vicepresidente de la Nación.

Si bien el argumento militar radicó en que Perón había traicionado la revolución del 4 de junio de 1943 por sus actitudes demagógicas, el fuerte carisma del coronel, que había empezado a crecer masivamente desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, por sus medidas obreristas, y la acumulación de cargos colmó la paciencia de los jefes de las Fuerzas Armadas. Es así como el 8 de octubre de 1945 el general Eduardo Avalos pidió su destitución al presidente Edelmiro Farell. Sin embargo su liderazgo no recaía en un simple puesto político, ya que en el discurso de despedida demostró, una vez más, sus dotes de orador y de manejo de las masas.

El 13 de octubre el líder de masas fue arrestado en su casa de la calle Posadas, conducido a la cañonera Independencia y trasladado a la isla Martín García.

El Día de la Lealtad, así llamado el 17 de octubre, fue un proceso que comenzó con manifestaciones en todo el país: huelga en Tucumán, manifestaciones en Berisso y reclamos con suspensión de trabajos en Ensenada. La CGT propuso una huelga general para el 18 de ese mes, pero las masas no podían esperar más y requerían la liberación de su líder. Mientras tanto las Fuerzas Armadas permitieron el retornó del líder de masas por problemas de salud. La organización de ese día fue adjudicada a varias personas como Eva Duarte, futura esposa de Perón; el coronel Mercante, colega y amigo; y Cipriano Reyes, sindicalista de la carne que luego permanecería preso casi todo el gobierno de Perón.

Desde las primeras horas de la mañana numerosas columnas de manifestantes arribaron a la Plaza de Mayo. Venían desde Avellaneda, Lanús, San Martín, etc. Cruzaron el Riachuelo por el puente Pueyrredón y, cuando la policía lo levantó, siguieron cruzando en botes o tablas. La cantidad de manifestantes fue creciendo preocupantemente. Al mediodía se informó que en el Centro porteño se habían formado tres columnas de diez cuadras de extensión, que marchaban hacia la plaza a pesar del agobiante calor. Por suerte Avalos decidió no reprimir las manifestaciones, y la multitud siguió avanzando. Muchos tomaron los colectivos y tranvías, obligando a los choferes a dirigirse al Centro. La anécdota de ese día quedó reflejada en numerosas fotografías: los que llegaban cansados remojaban sus pies en las fuentes de agua de la plaza.

Leopoldo Marechal en testimonios posteriores confesará que ese día, al ver el rostro feliz de esa gente, se hizo peronista. Según Raúl Scalabrini Ortiz, “hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, y el empleado de comercio”.

Todo el movimiento fue seguido por el coronel Perón, en pijama, desde el Hospital Militar. Hasta que por fin se anunció a las 21 que el coronel hablaría desde el balcón de la Casa Rosada. Dos horas más tarde se pronunció: “Guardo ahora mi honroso uniforme, que me entregó la Patria, para vestir la casaca civil, para reintegrarme con esa masa sudorosa y sufriente que elabora la grandeza de la Patria…”.

El Peronismo había nacido; y la movilización tuvo dos efectos inmediatos: por un lado forzó a Perón a retornar a la lucha política y por el otro incidió en los jefes militares a tolerar su marcha hacia la Presidencia.

El sacrificio de llegar a la plaza, en una jornada de sol radiante, demuestra la espontaneidad de los obreros, los marginados, que avanzaron en busca del líder de masas que les garantizaría conservar las mejoras sociales obtenidas en los últimos meses.